10 julio 2023

Las bibliotecas en la Alta Edad Media

Contexto histórico

 

La Alta Edad Media parte de la Antigüedad y llega hasta el siglo XII. La influencia de la Iglesia y de la religión va adquiriendo cada vez más peso. De hecho, la pieza clave para la cultura del libro y las bibliotecas en la Alta Edad Media es el monasterio.

 

Con el triunfo del cristianismo, entre el siglo VI y VII se fundaron por toda Europa numerosos monasterios de distintas órdenes religiosas.

 

La dedicación a los libros en la vida monástica tiene en gran parte su explicación en que los monasterios seguían la regla de San Benito, que establecía la división de la jornada entre el trabajo manual, la oración y la lectura. Esta lectura podía ser en privado, en la celda o en el claustro, o también en forma de trabajo, traduciendo o copiando libros existentes.

 

Para ello, había en los monasterios importantes un escritorio, que consistía en una habitación aislada, con atriles y con luz natural, donde los monjes, en su mentalidad de autoabastecimiento a todos los niveles, producían libros para uso del propio monasterio. Así se iba conformando una colección de libros que normalmente cabían en un armario. De ahí, que el responsable y supervisor de los trabajos del escritorio fuera el armarius. Asimismo, todos los oficios relacionados con la confección de códices tienen sus denominaciones: copista (el que copiaba), rubricator (el que iluminaba y dibujaba las letras capitales) o ligator (el que encuadernaba).

 

El libro del escritorio monástico

 

La forma casi exclusiva que toma el libro medieval es el códice manuscrito a pergamino, aunque hasta el siglo XV se utilizaron minoritariamente soportes escriptóreos ya conocidos como las tablillas o el papiro.

 

Fabricación del códice. Esquema:

1.    Pergamino.

2.    Copiar.

3.    Iluminar.

4.    Colofón.

5.    Encuadernar.


La fabricación de un códice partía de la preparación del  pergamino, que se obtenía principalmente de pieles de corderos, cabras y terneros tratadas convenientemente. Una vez cortado, se trazaban las guías y se  escribía con pluma de ave o cálamo de caña, dejando hueco para las  iniciales. Éstas se ornamentaban con diferentes colores, aunque también se dibujan imágenes de Cristo o miniaturas, que suponen los primeros pasos del arte de la iluminación de libros. Acabado este proceso, antes de encuadernar, el copista añadía una  expresión final, herencia de los colofones de los rollos de papiro, que pone “explicit” o “explicitus est”. Además se podía permitir un comentario de cosecha propia, en muchas ocasiones relativo a la fatigosa tarea que había realizado. Frecuentemente se añadían datos acerca de la confección del códice, como dónde y cuándo se ha realizado, o incluso el nombre del copista. El título se colocaba también al comienzo, precedido de la expresión “hic incipit” (aquí comienza). Sólo quedaba  encuadernar el códice. Se cosían los cuadernillos y se cubrían con una simple cubierta de pergamino o con tapas de madera forradas de cuero.


La pobreza generalizada y por tanto la escasez de pieles hizo del pergamino un material costoso, por lo que surgió el fenómeno de los palimpsestos, textos ya manuscritos que son borrados mediante un raspado para poder reutilizar su soporte. A este respecto, es digno de mención el Codex Ovetensis de El Escorial.

 

También, de cara al ahorro de espacio, se hacen cada vez más frecuentes las abreviaturas y se crean signos para las palabras más frecuentes.

En cuanto al tipo de escritura empleado, el aislamiento propio de la vida monástica provocó el nacimiento de escrituras nacionales. Prueba de ello es la visigoda en España o la merovingia en Francia. Sin embargo, a partir del siglo VIII, debido al esfuerzo de unificación cultural de Carlomagno, se ve la necesidad de una escritura más uniforme, por lo que se empezó a difundir la letra carolina, de importancia capital en la historia del libro. Esta nueva letra, compuesta de minúsculas, es más sencilla y clara, aportando a su vez sensación de orden y dignidad.

 

El libro en la España visigoda

 

Los visigodos se establecieron en la Península Ibérica en el siglo VI, eligiendo Toledo como capital.

 

La figura más notable de esta época para la historia del libro y las bibliotecas fue sin duda San Isidoro de Sevilla. Entre el y su hermano San Leandro consiguieron reunir una voluminosa biblioteca que serviría a San Isidro para escribir sus “Etimologías”, obra enciclopédica de importancia capital durante toda la Edad Media. Una de las partes que componen esta obra está dedicada al libro y a las bibliotecas.

 

De esta época destacamos asimismo la letra visigoda, corriente en España del siglo VIII al XII.  Es una letra minúscula, de trazo regular y limpio, pero en ocasiones difícil lectura por la semejanza de algunas letras como la a y la u. De la letra visigoda se conocen dos variantes:

 

-       la cursiva, utilizada para los documentos.

-       la minúscula, típica de los códices. Ejemplo de ésta es el códice de Los Morales de San Gregorio que se conserva en la Biblioteca Nacional de España.

 

El libro en la España mozárabe

 

Los musulmanes entraron en la Península en el año 711 y empezaron a dominar territorios. Los mozárabes son los cristianos españoles que viven en tierras arabizadas.

 

De ésta época, lo más destacado son los beatos, forma abreviada de llamar a los Comentarios al Apocalipsis que recopiló un monje llamado Beato de Liébana. Estos comentarios tendrían gran difusión en la Edad Media, alcanzando su pleno apogeo en el siglo X. Aún así, continuaron copiándose hasta el siglo XIII, lo que da muestra del gran impacto que causaron sus textos e ilustraciones, de gran expresividad.
Los beatos son un producto típico de los escritorios alto medievales españoles, pero provocarán el interés de centros religiosos extranjeros. En la actualidad se conservan una treintena de beatos, repartidos por España (por ejemplo la Biblioteca Nacional de España conserva el Beato de Facundo) y por el resto del mundo.

 

El libro en la España musulmana

 

En lo que respecta a la España musulmana, hubo abundancia de libros, fundamentalmente árabes pero también cristianos.

 

El libro en el Islam tiene un gran protagonismo, ya que esta religión se basa en un libro sagrado, el Corán.

 

El libro árabe no tiene ilustraciones figurativas, sino ornamentos abstractos. La caligrafía árabe, de gran belleza, se va haciendo cada vez más ornamental y se utiliza como motivo decorativo, combinándola con figuras geométricas y arabescos.

 

El papel

 

Una de las grandes aportaciones de los árabes al mundo del libro fue la difusión del papel, que había sido inventado en China en el siglo II Antes de Cristo. Los chinos habían conseguido guardar el secreto, pero los árabes consiguieron revelarlo en el siglo VIII, por lo que se irá expandiendo por el imperio árabe hasta que hace su entrada en Europa hacia el año 1100 a través de España. El libro cristiano más antiguo escrito en España sobre papel es un misal del siglo XI conservado en el monasterio de Silos.

  

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