14 julio 2023

Las bibliotecas de la Baja Edad Media

 

Contexto histórico

 

Una vez superado el terror al fin del mundo que provocó el año 1000 y que marcó la Alta Edad Media, entramos en una época de recuperación económica, con más comercio, más profesiones y más población. Las ciudades empiezan a tomar fuerza y la actividad cultural pasa del aislamiento del monasterio en zonas rurales al bullicio de los núcleos urbanos, que responden mejor a las nuevas necesidades. Las instituciones por excelencia de la Baja Edad Media son la catedral y la universidad, que nace en estrecha conexión con la Iglesia.

La vida monástica entra en decadencia en muchos lugares. Sin embargo, los libros seguirán produciéndose, incluso en mayor cantidad, en las escuelas catedralicias, que tenían su escritorio y su biblioteca.

 

El libro se diversifica en sus usos y temáticas y deja de ser patrimonio exclusivo de los centros eclesiásticos.

 

En cuanto a las características físicas del libro bajo medieval, Armando Petrucci establece las siguientes:

 

-       Estructura: en dos columnas para facilitar la consulta puntual y la lectura. El texto empieza a dividirse en capítulos y divisiones. También aparecen puntuaciones, como el calderón, que servía de punto y aparte.

 

-       Tamaño: cada vez hay más libros pequeños y medianos.

-       Ilustración: se sigue el estilo artístico imperante, el gótico. De ahí que el libro bajo medieval se denomine también libro gótico. El texto aparece rodeado de bandas decorativas que perdurarían hasta después de la imprenta.

-       Escritura: la letra gótica fue la utilizada en Europa durante toda la Baja Edad Media. Surge en parte como una respuesta a la necesidad de una escritura cada vez más rápida. Su aspecto es anguloso, recargado y compacto, con diferencias entre rasgos gruesos y finos.

-       Lengua: el latín es la lengua utilizada para los libros de toda la Edad Media, pero con el paso del tiempo empiezan a tomar fuerza las obras escritas en las lenguas vernáculas.

 

EL LIBRO UNIVERSITARIO

 

En el siglo XIII las universidades alcanzan su constitución definitiva. Son una derivación de las escuelas catedralicias, pero ahora tienen entidad propia, al margen de la catedral y de las órdenes religiosas.

 

La universidad de Bolonia es la más antigua del mundo. También ven la luz en esta época la universidad de la Sorbona, Oxford, Cambridge o Toulouse. En España, las universidades no se hicieron esperar. La primera fue fundada en Palencia en 1212, a la que siguieron Salamanca y Valladolid.

 

Los libros, que a pesar de todo siguen teniendo un fuerte sesgo religioso, son considerados ahora un instrumento de trabajo, un vehículo de conocimiento de uso diario por parte de profesores y alumnos.

 

Surge ahora el libro de consulta. En la biblioteca de cada facultad había una biblioteca, con bancos y atriles, a los que permanecían encadenados los libros. Estos libros eran grandes, pesados, y su contenido era el compendio de alguna materia (la summa), de la que se consultaba y copiaba alguna parte antes de cada lección.

 

También existían libros de menor formato que el alumno podía prestar bajo fianza.

 

El aumento de la necesidad de libros por parte de los estudiantes provoca el resurgimiento del comercio del libro. Se congregaron entorno a las universidades los llamados estacionarios, libreros que se comprometían, mediante una actividad comercial regulada y vigilada por la Universidad, a tener existencias de calidad de los libros de enseñanza, y los prestaban a los estudiantes para que los copiaran mediante un determinado pago. Surge entonces el sistema de copia conocido como la pecia: se alquilaban los libros por trozos o piezas (pecias) para que el estudiante o profesor hicieran o encargaran una copia. Estas copias estaban escritas rápidamente, con abreviaturas y un aspecto enrevesado, sin grandes espacios en blanco libres.

 

Además del libro universitario, siguen existiendo libros litúrgicos, como: salterios, breviarios, misales y libros de coro.

 

EL LIBRO BURGUÉS: el libro de horas

 

Un género que tuvo una enorme difusión al final de la Edad Media fue el libro de horas. Contenía textos evangélicos distribuidos según las horas del día. Eran confeccionados personalmente para miembros de la realeza y alta nobleza. También podían permitírselos, aunque de una calidad inferior, los burgueses muy adinerados. Muchos de estos libros tenían como destinatario damas distinguidas que lo usaban para su lectura privada.

 

Estos libros están ricamente ilustrados y son verdaderas joyas del arte del libro. Están manuscritos en un pergamino excelente a letra gótica angular muy cuidada.

 

Uno de los libros de horas más destacados es el que encargó el duque de Berry, titulado “Très riches heures du duc de Berry”.

 

EL LIBRO PROFESIONAL

 

Por último, señalamos la importancia que desde el siglo XIII va adquiriendo la lectura profesional. Mercaderes, artesanos, contables, poseían por lo general algún manual para el desarrollo de su profesión, normalmente escritos en lengua romance y en papel.

Eran libros que sufrieron mucho desgaste y no quedan grandes restos.

 

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