El libro romano es una réplica
del griego. El soporte más utilizado es nuevamente el papiro, sin embargo,
también utilizaron las tablillas de madera enceradas, llamadas “Codex”, que irían desplazando al
papiro. El codex tenía una disposición diferente de los textos, y se formaba
mediante la unión de dos o más tablillas, atadas por uno de sus lados (de
manera que se podían cerrar sobre sí mismas), la cara interna se untaba con una
capa de cera para así poder escribir sobre ella con un punzón. El codex
terminaría imponiéndose sobre todo gracias al cristianismo.
En Roma
hubo, además, se comenzó la comercialización
del libro, que dará lugar a la aparición de librerías editoriales, talleres
donde se fabricaban y vendían los libros, donde los esclavos copiaban los
textos. Además, se organizaban lecturas públicas, a modo de campañas de
publicidad para dar a conocer las novedades. Había gente especializada, además,
en acudir a las audiciones públicas, retener los textos en la memoria para
después escribirlo y venderlo. Ya entonces había problemas de propiedad
intelectual por el plagio de obras. Los libreros eran a la vez editores y
tenían su propio taller de copistas, conformados por esclavos que normalmente
eran griegos letrados.
Además, en
Roma aparecieron las primeras
bibliotecas públicas. En el año 39 Después de Cristo se fundaron en Roma
varias bibliotecas, entre ellas
Augusto
creó dos grandes bibliotecas, una de ellas situada en el Pórtico de Octavio y la otra en el Palatino, junto al Templo de Apolo, ambas eran bibliotecas
públicas.
Otra
biblioteca pública muy importante fue
Las bibliotecas públicas de esta época se construían
generalmente después de una batalla victoriosa, los emperadores construían la
biblioteca, abierta al público, donde existía un sistema de préstamo con fianza
económica. Las bibliotecas públicas desaparecen con la Roma de los Césares y no
volverán a aparecer hasta avanzado el siglo XVIII.
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