siglo XVII es un periodo de grave crisis
económica provocada por los largos conflictos bélicos que consumieron gran
parte de los recursos de las potencias europeas. Los enfrentamientos religiosos
hicieron desaparecer la idea de la unidad de Europa, muy especialmente tras la
Guerra de los 30 años, que consolida la división del continente entre católicos
y protestantes.
También es el periodo en el que se reafirman las lenguas vernáculas, por la pérdida de valor del latín, y por ser el
momento del Siglo de Oro de las
letras.
Además, nace una nueva manera de entender la naturaleza con el
desarrollo de otros campos del conocimiento como la física, astronomía, las matemáticas.
El libro fue contemplado
como transmisor de ideas peligrosas
y se le hizo en parte culpable del sufrimiento provocado por las guerras de
religión. De ahí que de uno y otro lado las autoridades políticas y religiosas
pusieran trabas a su libre circulación.
Es también el siglo del Barroco,
de la riqueza exuberante, de la decoración y de la pompa como muestra del poder
de las monarquías absolutas y de la Iglesia.
Sin embargo, esta época no destaca por la brillantez de la producción
bibliográfica. De hecho, la recesión económica incide en el nivel de vida de la
población y en la mala calidad del libro.
Se pierde la ilusión por el libro porque los gobernantes, no sólo impusieron
una dura censura, sino fuertes impuestos al papel y a los libros
importados. Todos estos aspectos indican que al libro se le retiró el trato de
favor que recibió en el siglo anterior. Los libros se imprimieron en mal papel,
con malas tintas y tipos gastados. Así vieron la luz la mayoría de las obras
del Siglo de Oro. En este siglo languidece el negocio de las ediciones de los
clásicos, de los padres de la Iglesia y de autores medievales porque la mayoría
de las bibliotecas ya estaban nutridas en estos temas.