El
libro romano es una réplica del griego.
El soporte más utilizado fue también el papiro, ya que las relaciones
comerciales con Egipto facilitaron su suministro. Sin embargo, en Roma se
produjeron importantes cambios en cuanto a la difusión y elaboración del libro.
Se comenzó la comercialización del libro, que dará lugar a la aparición de
librerías editoriales, talleres donde se fabricaban y vendían los libros, donde
los esclavos copiaban los textos. Además, se organizaban lecturas públicas, a
modo de campañas de publicidad para dar a conocer las novedades. Había gente
especializada, además, en acudir a las audiciones públicas, retener los textos
en la memoria para después escribirlo y venderlo.
En Roma también se produjo un
importante cambio en la elaboración del libro. Además del papiro, también se
utilizaron tablillas enceradas, que
los romanos llamaban “Codex”, y se
utilizaron sobre todo para anotaciones breves y para
El
codex tenía una disposición diferente de los textos, y su origen estaba en la
unión de 2 ó más tablillas, atadas por uno de sus lados, que se podían cerrar
sobre sí mismas, la cara interna estaba untada con una capa de cera sobre la
que se podía escribir con un punzón. Al principio, el codex encontró cierta
resistencia como alternativa al volumen (rollo de papiro) pero su facilidad de
consulta hizo que finalmente se impusiera su uso. Los cristianos observaron en
el códex una mayor capacidad que permitía reunir series de escritos útiles para
las comunidades, ya que era más fácil localizar los textos que convenía leer a
la audiencia en las reuniones.
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