El tacto es una fuente de equilibrio
psicofísico y un factor de supervivencia. El contacto en los primeros meses de
vida entre madre e hijo es esencial para el desarrollo psíquico de las
personas. Es una relación única que hace que ambos se comporten como una
unidad.
Este vínculo se establece amamantando al
hijo, acariciándolo tiernamente y es esencial para el desarrollo del cerebro.
No tocarlos puede provocar trastornos emocionales y un incompleto desarrollo
del cerebro.
Con mi madre no tuve esos problemas. De
siempre tuve contacto físico con ella, en sus brazos de pequeño, de su mano,
agarrándome del brazo, besándome con frecuencia, pero si con otras personas
cercanas.
La falta de contacto físico es tan
perjudicial para la salud como la falta de vitamina C. Tocar y ser tocado
produce reacciones hormonales de felicidad y más ganas de tacto.
Al recibir un contacto físico agradable
se libera la oxitocina que aumenta la necesidad de mayor contacto. Tiene beneficios
como afianzar los vínculos, potenciar la secreción de leche durante la
lactancia y acelerar las contracciones uterinas durante el parto y el orgasmo.
La infancia del niño con el vínculo
adecuado discurre feliz ya que se sabe amado y ofrece amor a los demás. La
carencia de contacto genera rasgos psicológicos que perjudican a la sociedad.
Para recuperar el tacto perdido primero
debemos de vincularnos con nuestro cuerpo y eso facilitará el contacto físico
con los demás.
Dejarse abrazar o dar o recibir masajes
mejora la salud y aleja la ansiedad y el estés. El contacto físico es más que
la interacción de una piel con otra.
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